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17.Abr.2020 / 10:14 am / Haga un comentario

Cuando apenas se detectaron los primeros casos de Covid-19 en América Latina, políticos y medios de prensa comenzaron a vaticinar el caos que se desataría en la Venezuela bolivariana ante el azote de la pandemia y apostaron por ello.
Así, la extrema derecha venezolana, funcionarios de la Casa Blanca y algunos gobiernos de la región, pedían con todas sus fuerzas que la enfermedad llegara a esta nación -sin importar el costo en vida humanas-, sólo por el afán de ver colapsar el sistema de salud y demostrar la incapacidad del presidente, Nicolás Maduro, y su Ejecutivo para enfrentar la situación.
En tanto, países amigos, movimientos políticos y sociales de izquierda, se preguntaban cómo podría la Venezuela  bloqueada, amenazada, que apenas comenzaba a salir de la crisis económica, enfrentar una pandemia ante la cual otros Estados poderosos se declararon incapaces.
Entre dudas y cuestionamientos, con apenas 17 casos positivos, el Gobierno venezolano asume las primeras medidas y decreta el 16 de marzo la cuarentena colectiva en siete regiones: la ciudad capital, Miranda, Vargas, Zulia, Apure, Cojedes y Táchira, este último fronterizo con Colombia de donde provenía uno de los casos.
“Vamos a una situación que jamás hemos vivido (…) o vamos a cuarentena o la pandemia podría abatir inclemente y trágicamente a nuestro país”, alertó entonces el jefe de Estado.
Se suspenden los actos masivos, las actividades culturales, el curso escolar y se adoptan un conjunto de medidas para evitar que se afecte a la población, entre ellas la suspensión del cobro de alquileres o cualquier servicio y la prohibición de despedir trabajadores.
Inicia el Despistaje Ampliado y Personalizado (DAPE) de posibles casos, cuya muestra se obtiene a través de la encuesta de salud en el Sistema Patria y se le brinda atención casa por casa a miles de personas.
El Estado venezolano busca garantizar las pruebas y medicamentos necesarios para los tratamientos preventivos y curativos, asegura además los servicios de salud de cuidados intensivos en el sistema público y privado, al igual que las camas para aislamiento de casos detectados.
Sin la cooperación de sus vecinos, Colombia y Brasil, quienes se niegan por “razones políticas”, se despliega un intenso operativo para detener la entrada irregular de migrantes, se crean condiciones de sanitarias para pesquisar a quienes retornan al país y ponerlos en cuarentena.
A través del Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos S.A. (Conviasa) se organizan, sin costo algunos, vuelos de repatriación para todos los connacionales que desean regresar, a quienes se les aplican todos los protocolos de salud establecidos para la detección y control del nuevo coronavirus.
El “golpe de gracia” para Maduro
Sin embargo, Estados Unidos, quien durante 20 años ha intentado por todas las vías posibles derrocar la Revolución bolivariana, avizoró en esta coyuntura la posibilidad de dar el “último empujón” y asestar el “golpe de gracia” a Maduro, intensificando su escalada de agresiones y ataques en medio de la difícil situación.
El canciller Jorge Arreaza  y otros funcionarios denuncian ante la opinión pública internacional que Washington impedía la compra de test de detección rápida de Covid-19, así como la adquisición de antibióticos y otros materiales e insumos necesarios para combatir la enfermedad.
Varias voces se alzan dentro y fuera del país para solicitar el levantamiento de las medidas coercitivas y unilaterales impuestas por la Casa Blanca, argumentando que  mantener las mismas agravaría la situación de salud, además de considerarlas violatorias a los Derechos Humanos y de la carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Pero la administración de Donald Trump y sus aliados hicieron oídos sordos a las denuncias y reclamos e intensificaron sus acciones contra Venezuela.
Apenas diez días después que el Estado bolivariano aplicara sus estrategias, (las cuales le permitieron mantener aplanada la curva de contagio en el país), Washington arremete nuevamente, esta vez el fiscal general William Barr, acusa a Maduro y 13 altos funcionarios por supuestos vínculos con el narcoterrorismo, tráfico de armas y corrupción.
Las amenazas subieron de tono y al puro estilo del lejano oeste norteamericano, se pone precio a la cabeza de los involucrados.
Se anuncia además el despliegue de una fuerza militar en el Caribe para combatir el narcotráfico y el Departamento de Estado expresa su disposición de levantar el bloqueo a cambio  de que acepten conformar un gobierno de transición en Venezuela y celebrar elecciones presidenciales y parlamentarias.
Todo ello con el beneplácito de la Unión Europea (UE), quien asegura que dicha propuesta «va en la línea» de una solución pacífica promovida por el bloque.
La escalada desatada en medio de una crisis mundial por la pandemia  despierta suspicacia en algunos círculos de poder, al punto que un alto mando del Pentágono declara a la prensa nacional que esas acciones eran un pretexto para desviar la atención de la grave situación de salud que comenzaba aflorar en el país norteño.
«La política de cambio de Gobierno por la fuerza en Venezuela está destinada al fracaso (…) demuestra el desespero de la élite supremacista de Washington y su obsesión contra Venezuela para alcanzar créditos electorales en el estado de La Florida», aseveró Arreaza al denunciar cada una de esas agresiones.
La profunda frustración de la Casa Blanca, subrayó, viene dada por la paz que se mantiene luego que las autoridades lograran neutralizar todos los intentos golpistas y desestabilizadores que se han planeado y financiado desde Estados Unidos.
En tanto, puertas adentro la nación norteña se convierte apenas en un mes en el centro de la tragedia de la Covid-19 en el mundo, con más de 22 mil fallecimientos, cifra que llega a superar a China, epicentro inicial de la pandemia, e Italia, que hasta ese momento era el país más golpeado por la tragedia.
De igual forma la UE muestra una elevada curva de muertes con cuatro de sus miembros entre los cinco primeros países con más decesos a nivel mundial, los aliados de Trump en América Latina no corren mejor suerte, imágenes de cadáveres tirados en las calles y una elevada curva de contagios es el panorama dantesco de Ecuador.
En Brasil y Colombia, dos de los incondicionales «amigos» de Washington y críticos acérrimos de la Revolución bolivariana, la cifra de infectados se eleva a más de miles en  pocas semanas.
Los enemigos pierden las apuestas
Cinco semanas después de detectados los primeros casos y adoptarse las medidas por parte del Ejecutivo venezolano, la nación logra mantener aplanada la curva de contagio con menos de 200 casos, apenas nueve decesos, una tasa de recuperación de casi 60 por ciento y  más de 147 mil hogares pesquisados por medio del programa Barrio Adentro.
La prolongación por 30 días del estado de alarma y de la cuarentena, planes de desinfección masivos, establecimientos de centros de salud equipados en las fronteras, despliegue de militares, milicianos y otras fuerzas voluntarias en la repartición de alimentos  y atención a la población, son otras de las estrategias adoptadas en el país suramericano.
Con una tasa del  0,4 por ciento de muertes y 6 mil 377 de pruebas por millón de habitantes, Venezuela se coloca a la cabeza de los países que mejor han manejado la pandemia, según estadísticas oficiales del Centro de Control de Enfermedades Infecciosas de Europa, la Universidad John Hopkins y la Organización Mundial de la Salud.
A algunos entes internacionales, Gobiernos, personalidades e incluso representantes de la derecha venezolana, no les queda más que aceptar la efectividad de las acciones tomadas por el Ejecutivo Nacional, ante una verdad de perogrullo: la pandemia llegó a Venezuela, pero su sistema de salud no colapsó, no hay caos, no hay miles infectados, ni muertos.
Quienes apostaron por el peor escenario, perdieron,  pero como acotó en una de sus declaraciones el jefe de la Diplomacia venezolana, la Casa Blanca seguirá sus agresiones, sencillamente porque, «Trump no acepta que utilizando un modelo propio e inédito, el Gobierno  de Nicolás Maduro esté logrando manejar adecuadamente las amenazas del Covid-19 frente al estrepitoso fracaso que en esta materia han demostrado las instituciones estadounidenses».

Prensa Latina

 

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