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El 27 de diciembre de 1797 nació en Quito, Ecuador, una de las más grandes mujeres que encarnó la lucha de independencia de nuestro continente, Manuela Sáenz, conocida como «la caballeresca del sol» y la «libertadora del libertador», fue una gran defensoras de la causa patriota.
Hace 223 años, la tierra de Quito vio nacer del vientre de la criolla María Joaquina de Aizpuru, y de la mano de su padre Simón Sáenz Vergara, a Manuela Sáenz, quien fue entregada al Convento de las Monjas Conceptas (Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción), en el que vivió los primeros años de su vida, ya que su madre murió cuando ella estaba muy pequeña.
La Libertdora del Libertador, es la encarnación de la lucha de millones de mujeres por la causa del amor y de la libertad. Es la expresión de lo que significa ser latinoamericano, lo que es la mujer en América Latina, las mujeres en nuestra historia. Muestra de ello es que en la Batalla libertadora de Ayacucho, bajo las órdenes del Mariscal Sucre, fue ascendida a coronela, y reconocida como heroína de la Independencia.
Actualmente en un nuevo aniversario de su natalicio y a la luz de los procesos que hoy construimos en Latinoamérica, no basta en recordar a Manuela como la simple compañera sentimental del Libertador Simón Bolívar, no basta con conmemorar su nacimiento o recordar su muerte cada año. Manuela debe habitar por siempre en nosotros, ser consecuentes con lo que significa en nuestra Patria, un ejemplo de amor y de la libertad, hay que ser como ella, conspirar por siempre contra la injusticia, revelarnos con la dignidad que tuvo Manuela para erguirse frente a la ignominia, la traición y frente a quienes no creían ni creen en su sagrada causa. Hacer que Manuela exista siempre en nosotros.
Conelmazodando