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Hace 26 años, el 16 de febrero de 1989, el presidente adeco de entonces, Carlos Andrés Pérez (CAP), anuncia un “paquete” de medidas neoliberales acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) con la promesa de «corregir el rumbo para impulsar el proceso de modernización económica y social» que permitiera a Venezuela “entrar” al siglo XXI, aunque la realidad era que había fracasado el modelo capitalista venezolano y su gobierno necesitaba “dinero fresco”, a pesar de su riqueza petrolera nacional.
“Consideramos un deber del FMI colaborar con Venezuela en esta hora difícil”, dijo CAP, y así tituló el diario El Mundo al día siguiente, anunciando textualmente las palabras del mandatario: “Agotamos nuestras reservas, pero no vamos a solicitar esos recursos con actitud implorante, sino como ejercicio de responsabilidad”.
Los principales puntos del llamado paquete económico eran los siguientes:
Liberación de precios de todos los productos de consumo (incluyendo alimentos a excepción de 18 renglones de la «cesta básica»).
Liberación total de las tasas de interés.
Eliminación del control de cambio.
Aumento de las tarifas de los servicios públicos como luz, agua, teléfono
Aumento del precio de la gasolina.
Reducción del déficit fiscal a un máximo de 4%
Congelación de cargos de la administración pública.
CAP llamó a todo eso el “Gran Viraje», y fue la frase para abrir su edición al día siguiente, que utilizó el diario El Universal (cuando entonces la llamada «Gran Prensa Nacional» era creíble y veraz).
Todos apoyaron el paquete del FMI
Casi todos los periódicos publicaron íntegramente el discurso que dio el mandatario en cadena nacional. Con esas medidas, que previamente habían sido catalogadas por el intelectual Arturo Uslar Pietri, en El Nacional del 16 de febrero, como «necesarias, coherentes y realistas», CAP les decía a los venezolanos que «los errores, las omisiones y las improvisaciones» nos comprometían a todos y la única opción era acudir al FMI.
Ante estos anuncios, el cardenal José Alí Lebrún manifestó su opinión «favorable» sobre el paquete y agregó que «Venezuela tiene posibilidad para hacerle frente a esta situación»; la entonces diputada Rhona Ottolina expresó que «el dinero se mueve con dinero y el lenguaje tiene que ser del Fondo Monetario Internacional»; mientras que el escritor peruano Mario Vargas Llosa, de visita en el país, hacía sus propias recomendaciones para que el Estado se redujera «a lo estrictamente fundamental», aunque reconocía que el paquete económico tendría un alto costo social, pero sin cuestionarlo porque decía él, «era muy realista».
El economista Pedro Palma afirmó a El Mundo “CAP evitó que el país cayera en un peligroso precipicio” y el adeco Gonzalo Barrios aseveraba: “las medidas son severas pero necesarias”.
Reinaldo Figueredo, ministro de la Secretaría, se defendía de algunos señalamientos diciendo que: «la medidas fueron tomadas bajo recetas del Fondo Monetario Internacional (…) en virtud de que es la mejor fuente de recursos que podemos tener», titulaba El Nacional el 17 de febrero.
El Mundo informaba que el paquete no sorprendió a los empresarios privados al considerar que “hacia el bienestar económico apuntan las medidas”, mientras Fedecámaras afirmaba “por parte del sector empresarial habrá voluntad de asegurar su cumplimiento”. Sin embargo, los empresarios presionaban para que el gobierno de CAP le reconociera deudas a dólar preferencial a 14,50.
Una bomba de tiempo: Se acabó el Estado “protector” según CAP
“Difícil explicar al pueblo alcance de las medidas económicas”, tituló El Mundo ese jueves fatídico, sobre la confesión de la ministra de Hacienda, Eglée Iturbe, al anunciar que a las 6:00 pm de ese día CAP haría la alocución.
Sin embargo, desde la propia toma de posesión (que fue llamada “La Coronación” por lo fastuosa y dispensiosa) CAP había adelantado que su propósito era aplicar “cambio único y liberación de la economía”, en lo que luego calificaron como una segunda agenda que nunca ofreció durante su campaña electoral. Dijo entonces que el paquete de medidas sería entregado en los próximos 30 días.
En esta toma de posesión, el premio nobel y presidente de Costa Rica, Óscar Arias, decía: “El paso que ha dado Venezuela es el correcto”.
Incluso CAP se reunió con los dueños de los medios privados para exponerles que el paquete económico arrancaría el 16, “a un alto costo político y sacrificio de la clase media” (aunque nada dijo de las clases populares). En ese encuentro “pidió” a los medios a ser responsables con las noticias que se publicaran y reconoció que había necesidad de ir al FMI.
“Somos un país descapitalizado, pues se fueron 5 mil millones de dólares de nuestras reservas internacionales, y solo nos queda el oro”, señaló CAP a los editores privados, comensales de una fastuosa cena en Miraflores. A los pocos días, el BCV comenzó el embarque a Europa de una gran parte del metal dorado que estaba en sus bóvedas.
La tarde-noche del 16 de febrero, CAP soltó la espoleta, como escribió El Mundo. Presentó un bosquejo del paquete aunque no lo destapó completo, pues existía angustia con respecto a cómo soltar esa bomba de forma dosificada.
La prensa recogió el desconcierto de empresarios, trabajadores, ciudadanos y políticos. Un jovenAndrés Velásquez (Causa R) lanzó una apuesta: “Si el paquete tiene éxito me meto a adeco” (y aparentemente cumplió su promesa, aunque el paquete no tuvo éxito y provocó la más brutal violación de derechos humanos de la Cuarta República).
La situación se tornaba más difícil para el Gobierno. El 21 de febrero, en el Congreso, AD fue derrotado por los demás partidos quienes rechazaron la firma de una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional. CAP desoyó la decisión del Poder Legislativo. Los congresistas exigieron conocer el contenido del acuerdo, pero los adecos dijeron que ellos desconocían los términos. Al final se desmentían ellos mismos al decir que no existía tal documento, pero afirmando luego que aún no estaba completamente listo.
“CAP mantiene decisión de firmar con el FMI” fue el titular principal de El Mundo el 27 de febrero acompañado con una foto del Presidente y el dirigente adeco Gonzalo Barrios conversando en La Casona. Pero en el encabezado de la página se leyó: “Estalló la violencia por el alza del pasaje”, la primera noticia del sacudón social que comenzó espontáneamente en Guarenas, sin que tuviera relación con lo planificado por los estudiantes en la UCV.
Ese 27F se inició en todas las ciudades venezolanas una explosión popular que confirmó al pueblo de Venezuela como el primero en desafiar y rechazar las políticas neoliberales que tanto daño habían hecho en el mundo, en un alzamiento histórico que fue respondido a sangre y fuego por la “democracia representativa” puntofijista, sin que ningún organismo nacional e internacional de entonces reclamara tal masacre y genocidio.