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9.Jun.2022 / 02:05 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por Jesús Faría

La instalación de la IX Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles, EE.UU. se produce en medio de fuertes críticas por la arrogante forma como el presidente anfitrión, Joe Biden, ha venido excluyendo a naciones con gobiernos revolucionarios y, por lo tanto, muy incomodos para la política estadounidense de hegemonía en la región. Asimismo, se ha ejercido una presión inaudita sobre otros gobiernos para que asistan, a pasar de sus desacuerdos con esa conducta autoritaria.

Esa conducta no es nueva en el marco de estas cumbres ni tampoco en el seno de los organismos donde hacen vida una potencia imperialista como los EEUU. De hecho, la presencia de esa nación imperial define el carácter antidemocrático y neocolonial del organismo internacional al que pertenezca sin contrapesos.

En cuanto a la Cumbre de las Américas, hay que recordar que fue creada en medio de una potente onda expansiva del neoliberalismo, allá por el año 1994, en Miami. En esa época, solo existía Cuba como referencia de dignidad y transformaciones socialistas en nuestra región. La URSS tenía ya 3 años de su disolución y campeaban en el mundo la hegemonía yanqui, así como las ideas del libre mercado y sus hipócritas demandas de libertad, democracia y prosperidad para todos. Fue, sin duda, uno de los momentos de mayor expansión de la globalización neoliberal en los últimos 30 años.

El despliegue mundial de las corporaciones transaccionales se aceleró vertiginosamente. El mundo se adecuaba a sus planes con la sumisión absoluta de los gobiernos nacionales. A nivel mundial se demolían las políticas sociales, se desmontaban los mecanismos de regulación económico, se minimizaba el radio de acción de los Estados nacionales. Los efectos en términos de empobrecimiento, desigualdades sociales, impactos ambientales, desmantelamiento de los sistemas democráticos (ya desnaturalizados por la misma esencia del capitalismo), se manifestaban de la manera más despiadada al ritmo del avance neoliberal.

De acuerdo a los planes de Washington, en nuestro continente también tenía que profundizarse el modelo neoliberal. Es decir, se tenía que convertir a la región en tierra fértil para profundas reformas en las institucionales, así como en los sistemas económicos y sociales, en función de acelerar al máximo la expansión del capital transnacional en nuestros países y, con ello, el saqueo de nuestros recursos, el atraso de nuestras economías y el empobrecimiento de nuestros pueblos.

No es por casualidad, entonces, que la I Cumbre de las Américas tuviese como propósito fundamental la creación de una zona de libre comercio para el continente (Área de Libre Comercio para las Américas – ALCA). Se trataba de un proyecto para la institucionalización del neoliberalismo en el continente.

Las condiciones políticas para ello las ofrecían los gobiernos de derecha que dirigían a todos los países de la región, exceptuando a Cuba. Las fuerzas de izquierda se encontraban en repliegue como resultado de las derrotas del socialismo en Europa del Este. En lo social se habían debilitado los movimientos populares que habían conquistado importantes reivindicaciones y ahora no las podían defender. En el plano internacional, no había resistencia al empuje de los planes neoliberales.

Las fuerzas de la oligarquía financiera internacional lucían incontenibles en la aplicación de sus planes de exprimir al máximo la riqueza de las naciones. Sin embargo, precisamente ese desarrollo avasallante del neoliberalismo fue generando desigualdades y pobreza insostenibles, masificando el malestar social, provocando creciente inestabilidad política y la emergencia de fuerzas populares y progresistas que desafiaban los planes del imperialismo.
Los cambios políticos surgidos a raíz de esas condiciones se reflejaron de inmediato en la geopolítica continental. Los liderazgos de Chávez, Lula y Kirchner al frente de procesos revolucionarios y progresista en sus naciones hicieron fracasar los planes imperialistas del ALCA.

En la actual coyuntura, luego de una fase de restauración de las fuerzas conservadoras en naciones claves del continente, se comienza a desplegar otra onda progresista y revolucionaria que le pone nuevos obstáculos a la política de los EEUU en la región y en los planes de la IX Cumbre de las Américas. De tal manera que, podemos afirmar con precisión que las cumbres se comportan como una especie de termómetro de la geopolítica regional. El avance actual de las fuerzas progresistas se pondrán de manifestó en una creciente resistencia a la arrogancia imperial de Washington.
Adicionalmente a ello, se pone en evidencia el impacto que ejercen dos conflictos de los EEUU con grandes potencias mundiales. Por un lado, el indetenible avance económico y tecnológico de China va desplazando a los EEUU como principal potencia económica mundial; por otro lado, el conflicto ocasionado por la OTAN en Ucrania pretende, inútilmente, debilitar a Rusia y contener el esfuerzo que realiza para consolidar el surgimiento de un nuevo orden mundial.

En ambos casos, los EEUU procurarán subordinar a la región bajo sus intereses. Sin embargo, dados los cambios políticos de la región, ni la agenda continental del imperialismo ni sus proyectos globales encontrarán el apoyo que buscan, con el agravante de que las elecciones en Colombia y, especialmente, en Brasil el próximo mes de octubre representarán un durísimo golpe para sus planes hegemónicos.

 

 

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