Opinión / Noticias
Por: Carola Martínez
I
Son cinco décadas mi vida, y la ansiada “Belleza” continúa al acecho de las mentes en nuestra caribeña sociedad de luchas y placeres, pensé que podía ser una percepción, la ubiqué en el alma, en la mente, en todo aquello que no se mira en un espejo, pero la realidad nos agobia, nos reta, nos obliga a querer vernos eternamente adolescentes, cuando en una solicitud de empleo nos sorprende la difícil frase, se solicita “Mujer con buena presencia” y la incógnita, ¿cómo comprender su verdadero sentido? y no es la presencia del alma, sino la que se ve en el espejo de la casa y en el espejo de la sociedad, entonces vamos a la calle a mirar lo diverso, lo difícil, lo hermoso, la vida de una mujer y sus circunstancias, y comprendo la tiranía de la imagen impuesta, la fría belleza de las rígidas pestañas, ojos sanos pero ocultados por inmensos lentes de sol inamovibles, el busto perfecto de las prótesis en madres distantes, y así regreso a mi espejo y a mi búsqueda.
II
Desde un lugar muy lejano de nuestra geografía, observo por la TV con genuina emoción un cambio histórico de la muy anhelada belleza, una joven mujer venezolana y Canciller de la República, con su cabello largo y negro, su sonrisa franca, sus palabras anuncian una a una, libertad y soberanía, enlazadas con una firme energía, millones de personas en el mundo también la observan y la escuchan; en otro escenario, en el corazón del llano venezolano en una Base de Misiones, una hermosa mujer negra nos declama con pasión y nos dice que ha sido empoderada por el Comandante feminista del amor. Por unos segundos recuerdo con horror las caras de las llamadas misses y las preguntas de celofán, pero no, la belleza no se mira en espejo prestado, siento orgullo, allí están ellas, síntesis de la mujer en su imagen al natural, ellas no salieron de un quirófano productor de falsos estereotipos, de mujeres firmes por fuera y vacías por dentro, ellas representan el sincretismo no solo del mestizaje que nos convoca a leer la historia de nuestra identidad múltiple, sino de la savia femenina que abonó nuestra tierra y luchó en nuestras guerras, la multitud de mujeres indias, negras, sambas, pardas y blancas, y que en la dureza de la vida cotidiana, llevan la hermosa evidencia del género humano, gestan la vida, engordan en el proceso, empatan los días con las noches cuidando fiebres y esperando el regreso del hijo que sale del nido y promete regresar temprano, madre y padre de ser necesario, saben luchar hasta en los profundos sueños, y ahora en la Patria Bolivariana y Chavista, se saben dignas y respetadas, sienten el canto primario de nuestro cantor eterno Alí “la Patria es una mujer”.
III
Ahora vivimos una guerra que intenta someternos, avanzamos con dificultad, pero avanzamos, y es allí en el epicentro de la lucha sin descanso donde emerge la belleza del alma en combate, la que nos impulsa, la que nos reafirma la identidad, nos hace dignas herederas de nuestra pasión y alegría por la vida, aún en la más dura adversidad. Dejamos de mirarnos en espejos ajenos, donde imágenes de falsa vanidad nos representaban en el mundo, ahora nos miramos hermosas al natural y dignas combatientes, sonreímos y lloramos, luchamos y disfrutamos en el verdadero espejo social que salva nuestra identidad, belleza en la piel, belleza en el alma en combate por nuestra Patria, también con nombre de mujer :Venezuela.