Opinión / Noticias / Carolys Helena Pérez González

4.Jun.2024 / 02:10 pm / Haga un comentario

Foto: Cortesía

POR CAROLYS PÉREZ GONZÁLEZ | @Carolyshelena

¿Se han dado cuenta la forma que toma el cuerpo cuando hablamos de disciplina?, me pasa que cuando la menciono en reuniones con equipos de trabajo, incluso con otras compañeras y otros compañeros militantes, cuando la enuncio, casi que puedo ver como la piel se transparenta y visibilizo las formas rectas, tensas, de sus musculaturas; veo el cambio de postura, el ceño fruncido, algunos rostros incluso asoman gestos de enojo, como si es que la disciplina estuviera reñida con la ternura, e incluso con la alegría.

¿Quién nos dijo que ser disciplinadas y disciplinados era sinónimo de ser infelices?, ¿de dónde sale el sesgo que limitó la capacidad de vernos como sujetos que hacen una Revolución que es para garantizar la mayor suma de felicidad posible, es decir que procura la alegría, como entes que al asumir la disciplina como rigor revolucionario pierden algo?, cuando ser disciplinadas y disciplinados por el contrario nos lo da todo.

Hay algo que es cierto, ser una persona que asume su rol histórico de ser parte de una revolución, requiere de la conciencia de aprender a convivir entre el desconcierto, la incomodidad y la incertidumbre; porque comprender estos activos, es aprender a vivir por y para el cambio y a vivir en el propio cambio, en lo que se transforma, en lo que evoluciona, en lo que se revoluciona. La disciplina entendida como la capacidad de aprender, de ser discípulas y discípulos desde la observación del funcionamiento de la convivencia y del compromiso con la mejora del contexto nos invita de forma constante a transformar situaciones, que como ya lo hemos hablado en otras ocasiones parte por tener el compromiso de iniciar la revolución desde quien la gesta, es decir desde ti misma, desde ti mismo.

Para hablar de disciplina revolucionaria, hay que empezar a hacer cuerpo la autodisciplina, porque está dentro de nosotras y nosotros mismos como cualquier otra habilidad. No es un talento, no es que la autodisciplina es un don que se le da a unas pocas o unos pocos, es un arte, una decisión que tomamos a diario y nos requiere conscientes de ello para poder alcanzar las metas que asumimos en lo individual para alcanzar logros colectivos y por eso hoy te escribo esto, pues para asumir el reto que hemos abanderado, el llamado es a seguir rompiendo con aquello que nos limita.

¡Venceremos, palabra de mujer!

 

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