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Participaba en caimaneras, comía frutas directamente en los árboles, vendía dulce de lechosa y se daba sus escapaditas para bañarse en los ríos de Sabaneta (Barinas). Así fue la infancia de Hugo Chávez. Nada de lujos, su única opulencia era el amor por su familia y la amistad hacia los hijos de varios vecinos de su abuela Rosa.
Durante su niñez conoció el valor de la amistad y creció el amor por el pueblo, recordaron sus amigos Francisco «Pancho» Bastidas, Marcos «Rayos» Rosales y Emilio «El Terror de la Veguita» Hernández, en una entrevista concedida al programa Contrastes, que transmitió este lunes Venezolana de Televisión, desde el Río Boconó, Barinas.
Pancho, Rayos, El Terror de la Veguita, así como Alfredo Aldana, Roberto Guédez, Inginio Guédez y Óscar Horta, eran parte del grupo de amistad de Chávez y con quienes, a parte de jugar al béisbol en canchas improvisadas, visitaba especialmente las aguas del río Madre Vieja.
«Fue una infancia feliz, muy feliz, lo mejor», recuerda hoy Pancho Bastidas, quien además endosa el gran amor de Hugo (Chávez) al pueblo, a lo que vivió, vio y aprendió en las llanuras de Sabaneta, donde la mayoría eran familias humildes, pero donde el amor y la unidad suprimía cualquier carencia.
Pancho reiteró que desde allí viene ese profundo amor de Hugo hacia Venezuela y hacia su pueblo.
La amistad de Chávez, Pancho, Rayos, El Terroro, Alfredo, Roberto, Inginio y Óscar, y de otros tanto, traspasó las fronteras de su pueblo natal. Hasta a Elorza, Apure, a donde Chávez se fue a cumplir misiones de capitán en un escuadrón, hasta allá fueron a parar sus compinches.
«Para Elorza nos íbamos, 10, 15 y 20 días nos quedábamos, pero para venirnos era un problema, él (Chávez) quería que nos quedáramos unos días más», rememora con añoranza.
Marcos «Rayos» Rosales también jugó con Chávez. Recuerda que uno de los lugares especiales era el patio de la casa humilde de Mama Rosa, donde creaban canchas de béisbol y pasaban la tarde jugando. Con los años «nos hicimos inseparables», dice.
«Esta tierra lo vio nacer, Caracas lo cobijó; aquí aprendió a querer a su pueblo y en Caracas aprendió a servir a su pueblo», manifiesta con orgullo.
Emilio Hernández no lo conoció a Chávez en Barinas, pese a haber nacido también allá, a pocos metros de Sabaneta, en el pueblo La Veguita. También era un pelotero regular como Chávez.
«Yo conocí a Hugo cuando apenas se estaba graduando de Teniente en la Escuela Militar, como en 1974, durante un curso de Telegrafía Militar, en la Escuela de Transmisiones. Allí estaba el hombre» de quien -dijo- ya había escuchado bastante en su pueblo ‘siempre se hablaba de un Hugo Chávez’. Sabía de él, pero nunca lo había visto».
«¿Cierto que eres de Barinas?», le preguntó el teniente Chávez a Emilio en uno de los pasillo de la Escuela, y desde entonces comenzaron a coincidir en Sabaneta, en la mayoría de las ocasiones era en prácticas de béisbol en equipos conformados en el pueblo, marcando una amistad inquebrantable, recalca Emilio.
Pancho, Rayos y Emilio coinciden en que fue un orgullo cuando su amigo, Hugo, llegó a la Primera Megistratura del país, pero su orgullo -agregan- es porque mantuvo su humildad y jamás olvidó sus raíces.
«Si uno pudiera volver a nacer y pedir dónde, yo le diría a papá Dios: Mándame al mismo lugar. A la misma casita de palmas inolvidable, el mismo piso de tierra, las paredes de barro, un catre de madera y un colchón hecho entre paja y goma- espuma. Y un patio grande lleno de árboles frutales. Una abuela llena de amor, una madre y un padre llenos de amor y unos hermanos, y un pueblito campesino a la orilla de un río», manifestó Chávez en una oportunidad.
AVN