Opinión
En el Coro triste de su canción, y con la canción como arma cargada de futuro, el 31 de octubre de 1945 vino a la vida Ali Primera. Desde el vientre sonoro de Carmen Adela Rosell, en su siembra de amoroso pueblo y hasta nuestros días, Alí continúa venciendo madrigueras.
Una de las grandes virtudes de Alí, fue haber buscado en el proceso creador del arte popular venezolano no solo la forma sino la función, por eso en su canción es vital el reconocimiento a la obra de otros creadores, logrando simultáneamente su propia mirada y la visión de quienes transforman lo vivido en creación.
Alí le cantó a la obra creativa de los artistas populares con plena conciencia de la función fundamentalmente liberadora que cumple el arte en el orden simbólico, imaginario y real de las cosas sencillas del pueblo, articuladas por él de manera poética, musical y militante.
En la estructura de muchas de sus canciones, Alí Primera conjugó el simbolismo de los objetos representativos con la capacidad del artista venezolano para desplegar su mágico e imaginario mundo creador desde una muñeca de trapo, las flores, las mariposas y los peces, hasta una mirada de amor.
Y lo hizo amorosa y agradecidamente con un profundo respeto al creador y su verdad, su luminosidad y su trascendencia, sin mezquindad ni egoísmo, con la auto conciencia de la poca pequeñez, tal vez con la dolorosa certeza de que parte de esa obra creadora, popular y sencillamente grandiosa sin su apoyo no ocuparía siquiera un rincón oscuro y omitido en el mar de la cultura clasista y excluyente.
Ana Flores / PSUV Falcón