Opinión / Noticias
POR: Alfredo Carquez Saavedra
Luego de la cake (torta, en criollo) puesta en vivo y directo por Joe Biden durante el primer debate televisivo en el que se enfrentó con su archirrival, Donal Trump, la plana mayor del Partido Demócrata ha decidido buscar otras opciones con la intención de permanecer en el poder por otros cuatro años. Kamala Harris, actual –y bastante gris– vicepresidenta de Estados Unidos, y Michelle Obama, son algunos de los nombres que suenan en los pasillos de la Casa Blanca como posibles relevos del actual mandatario. Y, como serie de Netflix, esto pasa justo cuando la campaña electoral está en su clímax.
A Biden, este escenario se lo habían advertido el Servicio Secreto, el Buró Federal de Investigaciones, la Agencia Central de Inteligencia y la Agencia Nacional de Seguridad. Pero todo ese esfuerzo de inteligencia imperial resultó tiempo perdido, porque cada uno de los responsables de tales superorganizaciones, tuvo la mala suerte de haberle hablado durante unos de esos episodios en los que su mente decide recorrer el universo en un viaje astral sin límites.
Y que conste que esos cerocerosietes pusieron todo su empeño en cumplir con su deber: uno lo abordó cuando su cuerpo caminaba por los jardines sin hallar la entrada de la mansión presidencial; otro, en el momento en que confundía la escalera del Air Force One con un tobogán. Y el último trato de advertirle en le reunión del G7 durante los minutos de contemplación de la nada que fueron interrumpidos por la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, como pudo apreciarse en un video que inmediatamente se hizo viral.
Pues bien, Biden, ni corto ni perezoso, decidió montar un plan B. Sacó cuentas, reflexionó, y se asesoró con los especialistas en procesos electorales que los fondos del Departamento del Tesoro pueden pagar. Conclusión: se viene a Venezuela como verdadero candidato de la oposición local.
“Ya es hora de quitarnos las caretas y los intermediarios, si no me quieren en el norte, me voy al sur. Y si yo financio la nómina, tengo todo el derecho. El candidato para sentarse en Miraflores, soy yo. La doña con su afiche que siga esperando mejores tiempos. Eso sí, desde ya comienzo a estudiar cómo no perderme en la avenida Urdaneta, donde pulula tanto chavismo tercermundista”, afirmó hablando consigo mismo, mientras Trump lo aplastaba en el debate.