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15.May.2021 / 11:50 pm / Haga un comentario

 

Por: Ramón Centeno

Hace rato apagaron la imprenta. La sala de redacción fue convertida en un depósito de ecos que hoy no dejan dormir a su exdueño y los editoriales son escritos desde Madrid, una de las guaridas de la conspiración contra el gobierno venezolano.

Pero no solo apagaron aquella máquina de impresión. También se desconectaron de la realidad, de la verdad y la ética como principio fundamental para un pueblo que se ampara en el artículo 58 de la Constitución venezolana.

Por ello, la tinta de la pluma se secó, convirtiendose en un vórtice digital para manipular, proferir mentiras y volver a mentir. El Nacional quedó como apéndice de un partido político de la derecha colonizada.

Así que, en la memoria colectiva quedaron grabadas Las Casas Muertas y Cuando Quiero Llorar no Lloro de Miguel Otero Silva (MOS), escritor y fundador – junto a su padre- del diario El Nacional. Su legado literario fue admirado, entre otros, por Pablo Neruda.

Otero Silva echó a andar el 3 de agosto de 1943 un periódico que escribiría y reseñaría los anhelos de una venezolanidad que se levantaba en  medio del boom petrolero y el adiós de Juan Vicente Gómez .  El otrora diario se ideó «con pensamientos de izquierda» para formar e informar al pueblo.

Pero de aquella realidad solo queda el nombre y unas cuantas botellas vacías de la desdicha de lo que un día fue porque sepultado está el génesis de El Nacional que parió Otero Silva como «referencia del periodismo» y que hoy a espaldas de su fundador solo es la antípoda del «mejor oficio del mundo», diría Gabriel García Márquez, otro admirador del referido periódico.

Por cierto, un admirador asiduo del periódico es Diosdado. Sí, Diosdado.

A Diosdado Cabello le gusta tanto El Nacional que pronto lo convertirá en una universidad para formar a hombres y mujeres en la ética de construir sobre hechos reales y concretos la información.

Antes de lo narrado anteriormente, vale recordar que al dirigente nacional del PSUV lo llevaron hasta la primera página de ese medio de propaganda: lanzaron una mentira Goebbeliana e intentaron erosionar su dignidad.

El ABC de España y El Nacional se confabularon, reprodujeron la misma receta y hoy se enfrenta al mismo destino: el rechazo.

Y es que, lo que una vez construyó MOS como un patrimonio para el país, su hijo Miguel Enrique lo transformó en un galpón para desvirtuar el deber de informar y el derecho de estarlo.

Y ahora que a Diosdado le están resarciendo por el daño ocasionado, estoy seguro que MOS no solo debe estar feliz, también debe estar muy orgulloso de Cabello, un hombre que hizo valer la verdad en medio de tanto falsos positivos y guerra mediática contra Venezuela y su pueblo.

Por cierto, los cuadros de MOS y Pablo Neruda se encontraban en el piso cuando ayer, por una justa decisión judicial embargaron unos activos producto de una demanda interpuesta por el líder revolucionario.

Lamentablemente las malas mañas quebraron el sueño de un escritor, político y humorista. Le corresponderá a Diosdado levantar lo que la mentira se llevó.

Venezuela hoy se siente indemnizada.

 

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