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Fotos: Referencial
Luis Almagro, uruguayo de nacimiento, pero gringo de bolsillo y corazón, decidió renunciar a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos y buscar nuevos horizontes para sus habilidades de taimado, traidor y tránsfuga. Y para cumplir con esa necesidad obligada tras el papelón surgido luego de su terrible derrota en Bolivia, se vino con sus maletas a Caracas.
¿Por qué escogió este oscuro personaje radicarse en nuestra ciudad capital? Muy sencillo: el ídolo de la derecha, pero más aun, de la extrema derecha latinoamericana y sicario de Trump, quiere ser presidente.
Y como Almagro sabe que Estados Unidos no le ha visto ni le verá el queso a la tostada en ese negocio turbio y fracasado que ha sido el Proyecto Guaidó, resolvió entonces probar fortuna y autoproclamarse en la Plaza Altamira. Mis fuentes de la OEA afirman que él jamás creyó que el último mesías de la oposición venezolana diera la talla.
Esa conclusión no la construyó Almagro así no más. Varias situaciones la fueron abonando. Por ejemplo, aquella noche en la que Juanito se dejó grabar encapuchado por las cámaras de un hotel; esa madrugada de abril en la que los topochos lo acompañaron en ese golpe de Estado virtual de media hora; y más aun esa osadía suicida de estafar a un mercenario estadounidense un tanto tocado del coco.
Disculpen la desviación. Volvamos a Almagro. Con su mudanza, este señor huye hacia adelante. Y a pesar de que ha demostrado ser un caradura de marca mundial, la pela que le dio el pueblo boliviano al ratificar el triunfo del MAS de Evo Morales de 2019, en la persona de Luis Arce el pasado domingo, lo ha dejado en la orfandad y el descrédito político. Lo de la orfandad pudiese ser nuevo, lo del descrédito, simplemente se le agravó.
Es así entonces como el secuaz de Duque, Macri, Bolsonaro, Vizcarra y Piñera, se viene con armas y bagaje a Venezuela. Su oportunismo detectó una potencial vacante en el Reino de Narnia y él esta dispuesto a ocuparla. Y si acaso surgen algunos detalles seguro que esos se lo resuelve Borges desde Bogotá… Afortunadamente hablamos de Narnia y no de Venezuela.
Alfredo Carquez Saavedra
alfredo.carquez@gmail.com