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Por: Earle Herrera
William Dávila anunció en Monagas que en un futuro gobierno de transición, Henry Ramos Allup sería el presidente. Afuera, la temperatura marcaba los 34 grados. Para que esa fracción de AD se sumara a la abstención maquinada por Washington, le ofrecieron el cargo a su jefe, desechando bochornosamente al autoproclamado. También se lo prometieron a Machado, Arria, Ledezma, López, incluso, a Marías Bolívar y a un obispo. Por ese frasco vacío, se lanzaron otra vez por el barranco abstencionista. Lo que hizo Dávila fue picar adelante y sembrar o injertar el nombre de Ramos Allup en una transición que jamás llegará. Más seguro que esa “presidencia” es que el hijo de Pedro Páramo encuentre a su papi en el hastiado botiquín de Comala.