Opinión
Por: Julio Escalona
La dictadura de Pérez Jiménez (PJ) y su caída, el 23 de enero, ocurren en pleno conflicto este-oeste (URSS-EEUU), de sometimiento a la política exterior de EEUU. Del 23 de enero al 7 de diciembre de 1958, no hay dominio puntofijista. Hay un conflicto de poder. La caída de PJ es el inicio de un auge popular antimperialista y la lucha de los comerciantes importadores y los banqueros por mantener la hegemonía imperial. La dirección de izquierda no logró distinguir la naturaleza de los conflictos planteados.
Siguió considerando que el enemigo era el golpismo perezjimenista y se plegó a los intereses dominantes, que necesitaban unas elecciones y la tregua obrero patronal para conjurar el auge popular, que avanzaba como democracia directa. Decidiendo en la calle, en 1958, estos hechos: en enero la composición de la junta de gobierno. En mayo impidió, la visita a Venezuela del vicepresidente de EEUU, Richard Nixon y en julio, derrotó el golpe de Castro León.
Rómulo Betancourt (RB), debilitó la Junta Patriótica, fue fortaleciendo a AD y Copei, y aceleró la marcha hacia las elecciones, ganándolas en diciembre de 1958. Trató de sacar al pueblo de la calle. Aplicó el primer paquete económico: rebajó salarios y liquidó las políticas que daban empleo a la población. Desempleados y estudiantes se convirtieron en fuente de resistencia.
Para enfrentarlos apeló a la Ley de Vagos y Maleantes, que calificaba así a los desempleados, quienes podían ser detenidos indefinidamente sin necesidad de un juicio. Creó el “hampoducto”, autobuses donde eran secuestrados y trasladados al campo de concentración de El Dorado, en la selva.
En agosto de 1959, RB ordenó disparar contra una manifestación. Enterramos a los primeros muertos del puntofijismo. La lucha tomó fuerza en la calle. Dio dos órdenes criminales, en enero, 1960: quien sea ubicado colocando una bomba, se le aplicará la última ratio de una ametralladora. En febrero, 1961: disparen primero y averigüen después. Resultado: las primeras planas publicaron el asesinato, la herida, la tortura de centenares de trabajadores y jóvenes.
Contra Marcos Pérez Jiménez, desde el exilio, ordenó golpes de Estado aventureros que fueron destruyendo a la AD clandestina. Paracen no ser ajenas desapariciones de Leonardo Ruiz P., Alberto Carnevali, Pinto Salinas, Wilfrido Omaña… Cobarde.