Opinión / Noticias / Earle Herrera
Una querida profesora escuálida, fanática cuando era comunista y más fanática como anticomunista, exteriorizó su “desagrado” ante el fanatismo de los que pedían linchar a Ramos Allup y a buena parte de la MUD después de la debacle en las regionales. El mismo horror lo expresó Carlos Raúl Hernández ante la posibilidad de que los “pidecabezas” de la Mesa llegaran a gobernar, aunque Carlos Raúl ni ayer ni hoy ha sido sacerdote del dogma.
La derecha pasa por un proceso tardío de autorreconocimiento, a veces candoroso como cuando los niños y niñas empiezan a descubrir su cuerpo y sexualidad; otras veces mortificante como cuando, ya adultos, se nos revelan esas zonas sombrías de lo que no quisiéramos ser, o dicho en perfecto malandro, el bichito que somos y negamos. No es que la MUD sea una especie de Dr. Jekill y Mr. Hyde –dejemos la pedantería-, pero tampoco ese monasterio de puros San Franciscos de Asis que le hizo creer la vieja Globovisión y el diario que se horroriza de sus orígenes.
Si yo fuera politólogo diría que la MUD llegó a su punto de inflexión, pero semejante constructo se lo dejo a los Robertos y así me evito lavativas. Vengo de un arrabal de El Tigrito llamado Barrio Loco (creo que por decencia catastral le cambiaron el nombre). Allí nací, en el único barrio de un pueblo sin barrio. Allá, cuando la gente estaba brava, no se hablaba (hoy, gracias a las redes, tampoco se habla así esté contenta). Aquella vieja costumbre de no hablarse los enojados tenía la dimensión de un principio –una cuestión de honor, pues-, y resucitó en la oposición el 15 de octubre merced a la paliza que le propinó un líder al que subestimaban como “Masburro”. ¡Menos mal!, exclamó una abuela de El Cafetal, sifrinaza ella.
Pero los incendios fertilizan la tierra. En la parcela calcinada el 15 de octubre en la MUD brotan retoños de nuevos partidos y partiditos, amén de las ONG, todos pendientes de la lechuga (los fertilizantes dólares) que llegan del Norte. Éramos mucho y parió la abuela, dice el pueblo. “No hay cama para tanta gente”, corea el Gran Combo. El diario que reniega de sus orígenes anuncia el nacimiento de una nueva fracción en la ya vieja Asamblea Nacional. La criatura nació brava y, como los demás, tampoco habla con nadie.
Earle Herrera